Estamos celebrando la semana mundial de la seguridad o inocuidad alimentaria. Según detalla la Organización Mundial de la Salud (OMS), una iniciativa destinada a inspirar acciones que ayuden a prevenir, detectar y gestionar los riesgos transmitidos por los alimentos, contribuyendo a la salud humana, la prosperidad económica, la agricultura, el acceso a los mercados, el turismo y el desarrollo sostenible.
Progresivamente desde los tiempos de la revolución industrial y sobre todo, post segunda guerra mundial, se ha podido dar acceso a un buen porcentaje de la población a todo tipo de alimentos, y así vencer la desnutrición, al menos en el mundo occidental. Sin embargo, esto ha sido a costa de una creciente producción de productos procesados que carecen de los atributos para ser considerados alimentos, y por otro lado, a una disminución progresiva del valor nutricional de los vegetales. Esta malnutrición es en gran parte responsable de la epidemia de obesidad y enfermedades crónicas de la cual casi todos somos conscientes. De hecho, además del problema en sí mismo que constituye la emergencia sanitaria que vivimos por el Covid-19, éste nos ha ayudado a visibilizar más fácilmente el hecho de que la alimentación en la que se basa nuestra cadena de producción está relacionada a todas las enfermedades crónicas que confieren mayor riesgo frente a esta enfermedad.
Hoy la mayor parte de la agricultura se ha industrializado y destinado no tanto a proveer alimentos directamente para los seres humanos, sino un cultivo intensivo para alimentar al ganado. En consecuencia, se han generado riesgos asociados a que no sea tan ¨seguro¨ consumir casi ningún alimento. Esto tiene que ver con el empobrecimiento de los suelos, la contaminación del agua, la mayor vulnerabilidad a plagas, la mayor necesidad de uso de pesticidas y fertilizantes químicos, y la promoción de una creciente resistencia antibiótica, entre otros. Además, se ha normalizado un ambiente en que los productos procesados han pasado a ser publicitados y económicamente más accesibles para el grueso de la población.
Es así como a modo genérico, en Chile ya no hay dificultad para encontrar las calorías necesarias para vivir, pero han aumentado los déficits crónicos de vitaminas, minerales y compuestos bioactivos en los alimentos que no sólo impiden la adecuada prevención de enfermedades, sino también provocan que la prolongación de la expectativa de vida no necesariamente vaya a la par de una mejoría en la calidad de vida.
En ese sentido, se requiere una ¨salud regenerativa¨, en que todos los actores implicados en este problema de salud pública nos movamos hacia la prevención de las enfermedades crónicas en base a una alimentación saludable para los seres humanos y que asimismo esté en armonía con la naturaleza y el medioambiente. Como seres humanos, no podemos dejar de comer, es esencial para la vida, pero ingerir comida que no perjudique nuestra salud debe ser la premisa.
Sabemos que el cumplimiento de este objetivo depende de muchas aristas y no es fácil, incluyendo la modificación de políticas públicas, incorporación de una adecuada educación respecto a alimentación saludable en las mallas curriculares de las carreras de la salud, educación a la población general y tal vez, subsidios a grupos vulnerables y a agricultores. Existe evidencia creciente de cómo lograr una agricultura libre de químicos industriales, sostenible y que al mismo tiempo se alinee con lo que la ciencia respalda como una alimentación saludable.
Por lo tanto, entendiendo que debe existir una integración entre la forma en que se produce la comida y cómo funciona nuestro sistema de salud, enfatizando las modificaciones del estilo de vida por sobre sólo las intervenciones farmacológicas, podremos transicionar hacia una agricultura orgánica que permita cambiar radicalmente nuestro futuro y el de todo el planeta. La pregunta es: ¿estamos dispuestos como país a hacernos cargo de las principales falencias que el Covid-19 ha puesto en evidencia en nuestra salud pública? Teniendo claro que no es un camino fácil, como SOCHIMEV queremos contribuir con nuestro grano de arena para avanzar en esa dirección.